domingo, 27 de marzo de 2016

OPINIÓN: 'Hombro con hombro' (por Mari Carmen Castillo)

Hace casi dos siglos que el sujeto que tendría que llevar a cabo la revolución socialista fue identificado. Un sujeto que a partir de la II Guerra Mundial fue olvidado de nuevo, en pos de ese nuevo hombre de clase media que la potencia norteamericana nos prometía, con sus anuncios de cocinas eléctricas y microondas, que nos convertirían a todos automáticamente en burguesía.

Los de abajo, expresión con la que los populismos de izquierda amplían el sujeto proletario que identificara Marx, quedaron hipnotizados ante la radio, la televisión y las revistas a todo color, en las que se nos aseguraba una vida ideal de una manera tan convincente que dejamos de ser conscientes de que la felicidad del ser humano no radica en el poseer, sino en el amar.

Las oligarquías productoras nos venden una ilusión que nunca podremos alcanzar totalmente, porque tal felicidad se basa en un sistema de consumo acumulativo, en el que nunca es posible sentirse satisfecho del todo. Así, las comodidades que el avance de las tecnologías nos traen, solo pueden ser disfrutadas por un corto lapso de tiempo, el que nos sobra después de atender a todas nuestras obligaciones. Y así, el tiempo que se gana lavando en la lavadora, se convierte en tiempo para gastar nuestros salarios; el tiempo que se ahorra cocinando en el microondas, se convierte en el sobrecoste que supone la comida precocinada.

Hemos caído en la trampa del materialismo capitalista, del vivir para trabajar y consumir. ¿Y qué ocurre cuando la cadena trófica del capitalismo salvaje se para? Pues que, aún momentáneamente, volvemos a ser conscientes de nuestra verdadera situación en la cadena social: los de abajo.

Pero como digo, para la mayoría se queda en un hecho episódico. Así, el mayor deseo es poder volver a consumir en los niveles anteriores a la crisis, sin comprender que de conseguirlo, se trataría de dar una patada hacia adelante al problema, que volverá a reproducirse, como viene haciéndolo cíclicamente, tras cada periodo de bonanza.

Me niego a pensar que es así la condición humana, que haya paralizado su evolución como especie, en pos de un consumismo hedonista vacío; me niego a creer que hemos perdido por el camino el instinto de supervivencia, ese que nos ha traído hasta aquí, pensando no solo en nosotros, también en nuestros hijos.

Las políticas del pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana, han calado hondo. En esta categoría podemos identificar también las megalómanas obras que se realizan en nuestros municipios, a lo largo y ancho de todo el Estado, cuyas variables de intervención no están basadas ya en la lógica de la necesidad, sino en la acumulación ad infinitum de bienes; léase, cuantos más “equipamientos públicos” mejor, exista o no exista no ya gente para disfrutarlos, sino presupuesto siquiera para dotarlos de contenidos que reviertan en beneficio de la comunidad.

Y es que la política que mayoritariamente se practica desde las instituciones no iba a escaparse de este cambio de valores. Es verdaderamente penoso comprobar cómo la actividad pública pierde todo su valor cuando se practica desde la foto y el titular de rápido consumo. Los políticos también han aprendido a vendernos por la tele y por las redes sociales el mundo ideal que dibujan para nosotros. Ese repleto de salas multiusos y polideportivos con climatización bizona.

Para vendernos esos productos ya no se necesitan personas preocupadas por el prójimo. Basta con un abrigo bueno y una sonrisa lo más bonita que se haya podido encontrar (porque todo hay que decirlo, tampoco tienen tan fácil el casting).

Cuando un partido basa su existencia en prometer cosas que no cumplirá, en no incluir en sus listas a los más preparados y comprometidos, sino a los más guapos, simpáticos o a los más casta, todo ciudadano de bien debería plantearse si con esos parámetros el partido en cuestión sigue siendo digno de su confianza. Pero la opinión pública es continuamente manipulada ―véanse las encuestas electorales que se publicaban de cara al 20D, en las que la confianza en Podemos había caído hasta límites increíbles; y tan increíbles, menos de trescientos mil votos nos han separado del segundo partido más votado― hasta el punto de que el súper ventas del momento es “Podemos debe firmar con el PSOE un pacto basado en las políticas económicas de un partido de derechas”, o sea, neo liberal, o sea, reproductor del establishment que ha generado las tremendas desigualdades que vivimos. Por supuesto, el público potencial de esos medios es libre de consumirlos o no. Pero ese público potencial tanto de medios de comunicación como de partidos políticos, debería obligarse a sí mismo a ponerse la mano en el pecho, a mirarse pa’ dentro y analizar de esta manera si es este, de verdad, el mundo que queremos dejar cuando no estemos.

Deberíamos intentar dilucidar si de verdad nos interesan esos otros hijos de otras madres que mueren ahogados en las playas del paraíso, a las puertas de la vieja Europa. Comprobar si aún seguimos siendo humanos no es tan difícil: basta con ponernos en el lugar de las abuelas de esas niñas que vemos soportar de pie, estoicamente, la lluvia que moja y deshace sus sueños.

Si has notado el pellizco, deberías plantearte si ha llegado el momento de impedir a los que canjean vidas por dinero hacer política en nuestro nombre. Tu nombre.

Ojalá encauzáramos nuestra indignación (sensación de ausencia de dignidad), trabajando para revertir los significados que este sistema depredador ha asignado a las variables que intervienen en la felicidad de los hombres, transformándolos en hechos, no en palabras. ¿Para qué le servirá a tu hijo o a tu nieta que vengas y me des una charla sobre tu visión del mundo, por muy sesuda y acertada que esta sea, si no te vienes conmigo a trabajar por el cambio?

El camino del cambio es largo, duro, lleno de obstáculos y de palos en las ruedas y, por supuesto, utilitariamente ruinoso; a tu casa no te llevas una tele, te llevas la satisfacción de haber hecho algo por los demás, por tu prójimo, por tus descendientes, por tu especie. Llámalo X.

Si eres capaz de anteponer el futuro de los tuyos, a un presente nuestro que ya nos han robado, cuenta con mi apoyo; hombro con hombro es más fácil de hacer el camino.

Juntos Podemos.


Mari Carmen Castillo
Podemos Vélez-Málaga
@IslaDencanta

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